El nacimiento de Dolly en 1996 dio paso a una nueva técnica: transferencia nuclear de la célula somática (SCNT), que permite copiar de forma ilimitada a un animal.

Seguro que recuerdas a Dolly, aquella bola de lana que pasó a la posteridad por ser la primera oveja clonada… Pues bien, ¿te imaginas comerte sus chuletas? ¿O tomar un queso elaborado a partir de su leche? Si te da un poco de asco, ya debes ur cambiando, porque lo cierto es que la posibilidad de que terminemos zampándonos un bistec, un estofado o un chorizo de clon es menos remota de lo que pudieras sospechar. De momento, para abrir la boca, lo que sí puedes ingerir es la carne y la leche de las crías de vacas, cabras y cerdos clonados. Para hacerlo, solo tienes que irte a Estados Unidos, donde el pasado mes de enero, la FDA –tras seis años de moratoria e intensos estudios–, dio finalmente luz verde a la comercialización de este tipo de productos. En un informe de cerca de mil páginas, este organismo concluye: “No hay evidencia alguna que sugiera que el consumo de la carne o la leche procedente de animales clonados entrañe riesgo para la salud”. Ni siquiera considera necesario un etiquetado especial que informe al consumidor de su origen. Pero recomienda que, por el momento, los clones no entren en la cadena alimentaria: solo puede ha
cerlo su descendencia. La Comisión ha declarado que no se apresurará para tomar una decisión final. Tiene la opción de que esta sea vinculante para todos los estados de la UE, entre ellos España, o bien ofrecer simplemente una guía. Para ello, lleva varios meses en período de consultas, fruto de las cuales ha salido un primer borrador que viene a refrendar todo lo expuesto por la FDA: no hay peligro alguno. “Si es que la conclusión no puede ser otra”, corrobora Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología de Madrid. “No hay motivo para pensar que el consumo de carne clonada pueda ocasionar algún problema para el humano. Porque, ¿de qué estamos hablando? De un ternero que, en lugar de provenir de una fecundación artificial, proviene de una reconstrucción embrionaria, que no implica modificación genética alguna”. Habla Montoliu de fecundación artificial y, claro, es inevitable recordar que están muy lejanos los tiempos en que vacas y toros se apareaban alegremente en las dehesas, sin freno y sin control. “Todo lo que comemos viene de la inseminación artificial, y no recuerdo ningún debate social ni científico acerca de si era o no peligroso el consumo de carne y leche de animales obtenidos mediante esta técnica. No me parece mal que se vaya con precaución, pero está bastante claro que no existe riesgo sanitario en el consumo de carne clonada. Otra cosa es que hacerlo tenga utilidad”, ironiza Juan José Badiola, presidente del Consejo General de Colegios Veterinarios. Utilidad, lo que se dice utilidad… Las técnicas de clonación han avanzado mucho desde los tiempos de Dolly, pero clonar un animal sigue siendo muy caro: entre 10.000 y 20.000 euros los más sencillitos, como las vacas. Y si tenemos en cuenta que de una ternera clonada sale el mismo número de filetes que de una “convencional”, parece obvio que los ganaderos no se van a lanzar a la clonación pensando en llenarnos el estómago. Esto lo tiene muy claro Pere Puigdomènech, biólogo molecular del CSIC y miembro del Grupo Europeo de Ética (EGE), al que la Comisión Europea encargó un informe acerca de los aspectos éticos que rodean el consumo de carne clonada: “La idea de replicar masivamente animales para que nos los comamos no tiene sentido, es una técnica demasiado cara. La idea es más bien clonar animales con características genéticas valiosas, a fin de que los clones puedan transmitirlas a su descendencia”. Eso es lo que pretende Victoriano del Río, ganadero y propietario de Alcalde, un toro que, a sus 16 años, ve ya próxima su jubilación como semental estrella. “Hay que estar con los tiempos”, ha dicho Del Río, y los tiempos le empujan a conseguir una réplica perfecta de Alcalde, casta y bravura incluidas. Manos a la obra: se ha puesto en contacto con Viagen, una de las empresas de biotecnología más importantes, especializadas en la clonación de animales, que ha asumido el reto por la módica cifra de 30.000 euros. Y decimos reto porque, aun cuando la clonación de algunas especies ya se haga con cierta regularidad, todavía requiere de un elevado número de intentonas fallidas.
Según el informe del EGE, menos del 5% de los fetos clonados vive el tiempo suficiente como para llegar a nacer; apenas un 20% de los clones neonatos llegan a sobrevivir las primeras 24 horas, y un 15% adicional muere antes del destete. Inevitablemente, cada clon obtenido sano y salvo deja tras de sí un cierto rastro de destrucción. Y esto es algo que no ha gustado a los miembros del EGE, que se lo han hecho saber a la Comisión Europea, según nos refiere Pere Puigdomènech: “Nosotros no planteamos pegas en cuanto a la seguridad alimentaria, pero sí en lo que respecta al bienestar animal, porque para conseguir un solo clon sano hay que crear muchos embriones, dejar preñadas a muchas hembras, los abortos son muy frecuentes, las crías deben nacer con cesárea y suelen tener malformaciones… Y todo esto, total, para algo que no parece que tenga un gran interés y que, encima, reduce la biodiversidad…”
Bueno, ellos no terminan de verle un gran interés, pero si a un ganadero se le propone conseguir unos animales cuya carne sea exquisita, probablemente se lo piense. “Si un animal tiene unas características de calidad de carne determinadas, la mejor manera de preservarlas es replicando esa consideración genética mediante clonación”, confirma Lluís Montoliu. Pero ojito; la clonación solamente va a reportar animales idénticos, no mejores: “Si quieres mejoras, o haces cruces seleccionando individuos, que es lo que ha hecho el ganadero toda la vida, o se recurre a la modificación genética. Porque hay que tener claro que animal clonado no significa lo mismo que animal transgénico…”
- Más de la mitad de los animales clonados que hay en el mundo son vacas. Se usarán como ejemplares de cría para producir camadas que proporcionen carne y leche de gran calidad.
- En escosia existen clones de la estirpe de Dolly. La madre de todas de estás se encuentra disecada en el Museo de Edimburgo, y murió llena de achaques. Sus descendientes no los tienen.
- En el Laboratorio de Tecnología Reproductiva de Cremona, Italia, clonan vacas que producen mucha leche. Stella Cometa es una de ellas. Prometea es el primer equino clonado del mundo.
Un animal clonado no tiene porqué haber sufrido ninguna manipulación genética: solo es una réplica de otro. Lo que ocurre es que los animales transgénicos, es decir, aquellos a los que se les ha sometido a alguna modificación en su código genético, suelen producirse mediante clonación. Esta técnica podría permitir la reproducción de ganado tratado con ingeniería genética que no tenga priones, las proteínas que lo hacen susceptible de sufrir el mal de las vacas locas. También podría hacer posible replicar a
nimales tratados genéticam
ente para resistir enfermedades o con menor impacto ecológico, como el Enviropig (ecocerdo), cuyos desechos contienen menos fósforo, un contaminante problemático resultado de las granjas de cerdos. La veda del supermercado se ha abierto solo para los primeros: todavía no está autorizado el consumo de animales transgénicos. Bueno, esto último no es del todo cierto: hay un supersalmón canadiense que se desarrolla a toda velocidad y que es, hasta el momento, el único animal transgénico aprobado para consumo humano. “El empleo de animales clonados transgénicos no pasa por la cadena alimentaria”, tranquiliza Puigdomènech. “En lo que se está trabaj
ando es en que estos animales lleguen a generar sustancias de interés médico, como hormona de crecimiento e insulina”. Por lo tanto, aun cuando los animales transgénicos vayan directamente solo al laboratorio y a la farmacia, lo que parece seguro es que, antes o después, todos terminaremos comiéndonos a algún hijo de clon.

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